Mientras que algunos viven eternamente enamorados de su título, otros se apenan de el y juran merecer uno mejor. Otros critican el de los demás y unos cuantos más lo usan como su cobija de seguridad. También hay quienes deciden con quien sí o no hablar dependiendo del título indicado en al tarjeta de presentación de esas personas. E incluso hay hasta aquellos que portan su tarjeta cual placa de sheriff “charoleándola” ante quienes los rodean y lamentando no poder usarla también como ladrillo para pararse “en lo alto” frente a los demás.
El problema con los títulos, sin embargo, es que todos son prestados. Todos son asignados basados en la percepción de solo unos cuantos. Y todos, absolutamente todos son temporales.
Todos tenemos que rendir cuentas a alguien y ese alguien tarde o temprano requerirá de alguien diferente para cubrir sus necesidades de acuerdo a como estas vayan evolucionando. Y cuando esto suceda, aquel apellido prestado y reputación empeñada al nombre de la organización que te otorgo dicho nombramiento, dejará de significar algo para los demás.
Y no es que no la gente no merezca tener el título. Seguro muchos méritos y logros le habrán valido llegar hasta ahí. Pero un título jamás debe ser tu cumbre, pues esas están hechas tan solo de papel.
El día de mañana, la gente no recordará que título ostentabas sino que hiciste por ellos, cómo los trataste y cómo los hiciste sentir.
Por supuesto que los organigramas y las jerarquías son necesarias para poder operar cualquier organización. Por supuesto que se requieren personas que asuman el liderazgo de un equipo, que quieran hacerse responsables por este y que rindan cuentas de las decisiones y acciones del mismo. Sin estos, ninguna operación podría avanzar.
A decir verdad, quienes toman este camino merecen todo nuestro aprecio, respeto y admiración, pero solo por lo que hacen y nunca por lo que pretenden ser.
Contar con una tarjeta de presentación que exponga en letras brillantes y resaltadas un título nobiliario no debería ser necesario para ejercer autoridad sobre un grupo. Hacerlo así es basarse en una “autoridad formal” y no una “moral”… pero ese es tema de otro post.
Los títulos que has ostentado o en ocasiones cargado cual lápida en la espalda, deberías guardarlos para ilustrar tu trabajo y experiencia laboral, solo ahí, en tu Curriculum Vitae.
Y en tu tarjeta de presentación mejor comparte cual es tu trabajo (contador, marketero, financiero o coach), a qué te dedicas día con día (a crear, a entretener, a escribir o a hablar) o mejor aún, dinos que es lo que haces por los demás.
A jolly good fellow, Creador de historias, Mentor y aprendíz y Thinking partner, son solo algunas de las mejores descripciones que, hasta ahora, he leido en una tarjeta de presentación.
¿Qué escribirías tú?
El título, el puesto, el salario, son buenos triunfos que fácilmente se esfuman si no los utilizas para el servicio, esta frase siempre me ha desafiado «Si no VIVES para SERVIR, NO SIRVES para VIVIR». Buen blog Efraín. Sigues nutriendo con tu mensaje. Saludos!
Efrain,
Buen tema. A todos no ha pasado. Recuerdo cuando recibí mi primer tarjeta de presentación. Me sentí el presidente. Despues, afortunadamente, el tiempo me puso en el justo lugar y me enseño que eso sólo era una tarjeta.
Vivimos en un país donde nos urge ser alguien. Recuerdo de niño que ser «Licenciado» era lo mejor de la vida. Todo mundo queria serlo. No cualquiera lograba un Titulo en la Universidad. Ese complejo logró que muchos al terminarla «charolearan» con su Titulo. Era además la puerta a mejores puestos de trabajo. Todos queriamos tener uno.
Con el tiempo parce que hemos entendido que la riqueza está en lo que podemos hacer por otros con lo que sabemos.
Cuando abrí mi nuevo sitio recuedo que puse una pestaña que se llamaba «Lo que puedo hacer por ti». Justo porque muchos colegas dicen quienes son y no que pueden hacer por el asegurado.
Creo que el mundo está cambiando en ese sentido y espero que el tiempo de frutos de una mentalidad.
Saludos,
Eloy López
A mi lo que me parece mas curioso es que no solo es cosa personal sino que la sociedad y la comunidad empujan este «nobilismo» de titulos, agregandolos como si fueran apellidos. Cuando me han presentado como «Mauricio Angulo De Microsoft» me pongo a pensar que suena como «Leonardo Da Vinci»… pero nunca sonará tan cool!
Estos días prefiero que sólo me llamen «Mauricio», como si fuera Sting o Bono… 🙂
Eso no más pasa en México, hay gente que son empleados de grandes empresas y ni siquiera saben responder a esa responsabilidad.
Lamentablemente mi basurero esta lleno de curriculum de licenciados e Ing. y mi oficina esta llena de gente que sin títulos avergüenza a grandes ingenieros.
hay Talento en México, 1 de 1000 es un talento pero ahí está.