Esta es quizás una de las lecciones que más trabajo me ha costado (o me sigue costando) aprender.
La sociedad en que vivimos, nos ha engañado enseñándonos que la realización y éxito personal está la cantidad de dinero que tenemos en el banco y los bienes materiales que llenan nuestra hogar.
De modo que resulta muy sencillo frustrarse y sentirse fracasado cuando los negocios no resultan como fueron planeados, los recursos económicos comienzan a escasear y tu capacidad de comprar todo aquel capricho que tenías se ve drásticamente disminuida.
Es aún más fácil pensar equivocadamente que has caído en un hoyo del que nunca podrás salir y que la vida injusta te castiga quitándote aquello a lo que, casi por nacimiento, crees tener derecho.
Y entonces pierdes la capacidad de darte cuenta que, a pesar de lo difícil que está siendo todo; día a día, poco a poco, muy poco a poco, vas avanzando.
Que de una manera u otra, al menos para lo más básico, sí te está alcanzando.
Y entonces, si no te das cuenta de esto, continuas alimentándote a ti mismo la idea de que para nada alcanza y que tienes que vivir con austeridad.
Pero ha sido mi experiencia que los planes de austeridad no traen consigo más que carencia.
Porque hay una gigantesca diferencia entre vivir con simpleza y sufrir con carencias:
Ser austero supone que no te alcanza y por lo tanto tienes que recortar hasta el más mínimo de los gastos.
Vivir con simpleza, por el otro lado, propone que no requieres de mucho más para tener todo lo que necesitas.
Y cuando comienzas a vivir con simpleza, te das cuenta que tal vez el dinero con que cuentas no te alcance para comprar todo lo que quisieras, pero siempre será suficiente para cubrir todo lo que sí necesitas.
Y si entiendes este simple concepto, aprendes a agradecer que tan solo por hoy y para hoy sí fue suficiente, que las deudas tienen que administrarse y que tu debes seguir adelante.
Despacio, lento, pasito a pasito, aunque algunos días la angustia te gana, comienzas a recuperar la confianza, tu sentido de abundancia empieza a asomar la cara y las ganas de ser espléndido otra vez regresan a ti. Por fin quieres volver a compartir.