Imponen quienes no tienen autoridad moral pero sí una formal. Quienes tienen el poder y las palancas de control de su lado, con las que compensando distintas carencias de conocimiento, experiencia, empatía, etc. obligan a otros a seguir sus instrucciones y a cumplir con sus exigencias aún si están equivocadas o no; impone quien no busca el beneficio de todos sino de unos cuantos. Impone quien sólo conoce una manera de hacer las cosas y tiene pánico a experimentar y aprender.
Convence quien tiene control de la información para manipularla, amasarla y dar forma a argumentos que hagan ver los del otro como incompletos, equivocados, poco válidos o incluso absurdos, logrando que los propios sean validados como los correctos o la mejor verdad a aceptar.
Convencen quienes no necesariamente buscan un “ganar-ganar” o tienen un interés muy en particular.
Persuadir es un sinónimo de convencer. Pero persuade mejor quien además de contar con la información intelectual que se requiere para convencer, además se ha tomado el tiempo de profundizar en su relación con otros, conociéndolos mejor y comprendiendo sus frustraciones y anhelos, para presentar sus argumentos de modo que sea casi el otro, el persuadido, quien se sienta convencido por sí mismo de lo que va a decidir.
Con frecuencia quien persuade sí está, o al menos cree fervientemente estar, auténticamente interesado en el bien estar de los demás.
Influye quien es visto como un líder que tiene autoridad moral para hablar de un tema en particular. No solo con su equipo de trabajo directo. Va mucho más allá este. Además de tomar el tiempo para fortalecer y profundizar sus relaciones directas de trabajo o personales para conocer mejor lo que estas personas rechazan o anhelan, también se involucran en otros asuntos y proyectos, con frecuencia, sin esperar mucho a cambio. Influyen quienes deciden ser vulnerables y dan un paso adelante para compartir, para ayudar, para aprender.
La pregunta que queda es: ¿Queremos imponer, convencer, persuadir o influir?