No eres el título que ostentas.
No eres el trabajo que realizas.
No eres el número de nivel que tienes en una empresa.
No eres el automóvil que conduces.
No eres la educación académica de cursaste.
No eres la marca de ropa de que portas.
No eres la dirección donde vives.
No eres el tamaño de tu cuenta en el banco.
No eres la artificial imagen que puedes proyectar.
No eres los destinos a los que viajas.
No eres los hoteles donde te hospedas ni la clase en la que vuelas.
Sí eres los valores que más aprecias.
Sí eres los principios con los que te conduces cada día.
Sí eres la integridad con la que te comportas.
Sí eres los hábitos que has desarrollado.
Sí eres la alegría que portas al llegar a algún lugar.
Sí eres el apoyo sincero que ofreces a otros.
Sí eres la verdad y honestidad con la que te comunicas.
Sí eres las promesas qué haces y cumples.
Sí eres el respeto con el que tratas a otros.
Sí eres la humildad que demuestras.
Sí eres lo que estudias, aprendes e integras.
Sí eres la generosidad con la que compartes lo que tienes y lo que sabes.
Sí eres las personas de las que te rodeas.
Sí eres las prioridades que cuidas en tu vida.
Esta entrada llega en un momento indicado.